viernes, 5 de octubre de 2012

El Velorio De Dña. Argentina


                La noche, con su negrura densa, se había hecho larga; como las tres anteriores. Una brisita fría lamia las paredes, las puertas, las pieles, los huesos. El barrio estaba tranquilo, sin luz, el apagón se había extendido durante todo el día. Hacia rato que no pasaba ningún vehículo por la asfaltada calle que se extendía de un extremo al otro. El silencio se había cernido sobre la casa desde el pórtico hasta la cocina. La solemnidad del velorio se quebraba a ratos con un suspiro, una tosecita de la agónica mujer o el quejido de un niño que no hallaba el pezón materno.  Parece inverosímil, ¿no?, velar a alguien todavía vivo. Había vencido el límite de tiempo de cinco médicos y una comadrona de esas que saben de todo un poco.
Doña Argentina había sido una muchacha criada en el rudimento del campo, se caso cuando solo tenia 15 años, tuvo 13 hijos, todos del mismo padre, don Aurelio Carpio, su único marido. Ángela, su hija mayor la trajo a vivir al pueblo cuando don Aurelio falleció, desde entonces vivió frente a mi casa. A los pocos días ya era la favorita de la cuadra. Doña Argentina era una mujer hacendosa, siempre estaba haciendo algo. Todas las tardes el vapor de la cocina arrastraba esencias de azahar y canela.  Cuando no tejía algún suéter, hacia un dulce de coco o de guayaba, horneaba galletas de jengibre o simplemente cantaba alguna salve.
Habían pasado cuatro semanas desde que le desahuciaron en la clínica que el hijo, que había venido de fuera para verla por última vez, pagó. Los médicos no habían encontrado las causas del mal, solo lograron sentenciar: «está muriendo». El lugar estaba atiborrado de gente que entraba y salía susurrando, balbuceando cuentos, las horas pasaban sentadas en las agujas del reloj de pared con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
La tos flemosa que salía a momentos de la habitación donde reposaba doña Argentina, sobresaltaba a todos. Mariel, la cuarta hija de doña Argentina comenzando por la mayor, se acercaba a la vieja para ayudarla a levantarse un poco para que se le calmara. Cuando se le pasaba, la vieja retornaba a la postura anterior.
La habitación olía a incienso, a cera de velas y agua florida. Decenas de cuadros de santos permanecían en una esquina y en el centro la escultura de un Divino Niño que se alzaba con sus bracitos abiertos y ojos suplicantes. Había flores delante de los santos y otras tantas en las mesas que amueblaban la estancia. Los marcos y sus fotos a blanco y negro forraban las paredes. Era realmente un lugar saturado de recuerdos.
La salud de doña Argentina se deterioraba con cada segundo que pasaba. Había días que casi la metían a la caja pero luego levantaba la cabeza pedía una sopa y volvía a dormir. Era como si no quería morirse, como si se aferrara a este mundo. El barrio no durmió en días, todos a la espera de la muerte de doña Argentina, pero aquello no parecía tener fecha de final.
Un olor putrefacto salía de entre las sabanas que cubrían a doña Argentina, no importaba cuanto las cambiaran; pusieron lavadas, prestadas, nuevas, pero aquella peste se mantenía, al contrario, jornada tras jornada iba en aumento. La piel de doña Argentina también había comenzado a  desprenderse; sus huesos comenzaron a fracturársele, la fragilidad era tal que no podía movérsele ni en lo más mínimo.

Anoche llegó aquella señora gorda, de facciones anchas y nariz rechoncha. Traía un pañuelo blanco atado a la cabeza, un olor a tabaco que increpó a todo el mundo y muchos collares en el cuello. Estaba totalmente vestida de blanco.
--¿Donde esta María Argentina López Pérez? –preguntó, mirando a todos como tratando descubrir la respuesta en las caras aterradas, nadie la reconocía como vecina, ni los hijos de la vieja como pariente.
--La señora está indispuesta –respondió altanera, una de las vecinas.
La señora soltó una pequeña carcajada que ahogo de inmediato.
--Para mi no hay indisposiciones. Es que acaso no la escuchan llamarme --dijo, aunque todos estaban seguros de que no habían oído nada.
--¡Déjenla Entrar! --Aquella voz no la olvidaran jamás, doña Argentina no había dicho nada desde que había caído enferma y los que estaban en la recamara, al lado de la cama, la vieron sentarse de repente.
La señora siguió por el corredor, se detuvo frente a la puerta y haciendo girar el picaporte entro a la habitación, doña Argentina continuaba sentada en la cama, cuando la vio se deshizo en lagrimas pero no se movió.
--Tu sabes que ya es hora –dijo la señora de blanco.
--Lo sé, pero tengo derecho a sentir nostalgia –respondió, era increíble como una mujer que apenas balbuceaba para pedir una sopa a veces y que había comenzado a deshacerse viva, ahora estaba hablando como en el momento de mejor salud.
--Joven –dijo la advenediza, refiriéndose al mayor de los hijos de doña Argentina –valla, pida que hagan un té muy fuerte de jengibre y que lo brinden a todos los invitados, dígale a la muchacha que le eche tres hojas de naranja solamente y luego que todos hayan bebido, tráigame el poquito que quede en la olla. —El muchacho permaneció sin hacer caso, con cara de echar a patadas aquella mujer.
--Ve Frank, mi hijo, haga lo que le dicen –dijo, doña Argentina que conoció las intenciones de su hijo.
--Los demás por favor vallan a estar con los invitados, que es muy feo dejarlos solos –Replico nuevamente la advenediza, y aunque no cayo muy bien, todo fue confirmado por doña Argentina, entonces los muchachos obedecieron sin rechistar.
Lo que paso luego en aquella habitación, nadie lo conoce, no hubo nadie quien pudiera relatarlo.
Cuando Frank regresaba con el té encontró a su madre recostada en la cama, limpia, bañada, perfumada, maquillada, el pelo nacarado recogido en una sola cola pero lo mas sorprendente sola, nadie vio a la señora partir.
Puso la taza de té en los labios de su madre quien lo bebió todo de a pequeños sorbos y luego vio como la mujer se iba durmiendo para no despertar jamás.

FIN…

domingo, 24 de junio de 2012

¡PUERCOS...!

Basado en el cuento anónimo de “Los Tres Cerditos”
By Anthony Ecramz

El bosque permanecía en una inminente sobriedad y las hojas verdes se habían tornado plateadas y negras con unos rayos de luna que se elevaban como sosteniendo el astro rezagado y una brisita suave que las estremecía agitándolas como temblando con el frio de una noche larga y malva…
—¡Puerco, dulce puerco, sal, están afilados mis dientes y sentirás la muerte como el roce de un airecito ―dijo el Lobo Feroz y dejo oír un carcajada que agrieto la paz del monte.
―Lárgate de aquí y déjame en paz –Chilló el puerco entre los matojos secos que había amontonado para resguardarse de la lluvia hacia ya mucho tiempo.
--¡Tu lo pediste! –Dijo la bestia casi entre los diente y poniéndose en dos patas dejo al descubierto el mas espantoso de los esperpentos, mostró los dientes afilados y aulló de tal manera que hasta los troncos temblaron, las pajas amontonadas se elevaron hasta el cielo y se esparcieron como movidos por alguna extraña fuerza psíquica y dejaron al puerco al descubierto, en posición fetal, temblando aterrado, desnudo y sin saber que hacer.
En un instante los ojos lloroso del puerco y los brillantes, profundos y encendidos del lobo se encontraron en un contacto, que aunque no duró mas de tres segundos pareció eterno para ambos. El puerco se abalanzó hacia la noche corriendo por su vida, sus patas parecían volar, mientras más atrás, a escasos metros de distancia, el lobo le perseguía y le clavaba la punta de las garras marcando su próximo manjar.
Corrieron por alrededor de una hora, el sol había comenzado a salir, sin cesar, sin descansar, sin tomar un respiro para continuar. Uno y otro corrían por sus vidas, uno por preservarla y otro por alimentarla. A la distancia el cerdo vio a su hermano comiendo tras la cerca, al lado del granero y con todas las fuerzas que le quedaban le gritó.
--¡Corre hermano, corre, el lobo me devora!
El cerdo levantó la cabeza del cubo con desperdicios y alimentos y asombrado con los zarpazos que vio dar al lobo, entro en el granero y esperó en la puerta a su lastimado hermano, que entro como una bala, el cerdo sintió que había llegado al cielo mientras su hermano con un cabezazo cerro el portón haciendo caer la aldaba que lo atrancaba.
Los rayos de sol entraron por todas las rendijas de la madera, el día había llegado.
--¡Qué diablos! ¿Qué le has hecho a ese demonio?, mira como te ha dejado el lomo.
El cerdo no podía ni hablar, jadea y resoplaba mientras el hermano lo fustigaba con una pregunta tras otra.
--¡No sé!, ¡No sé!, ¡No sé! –Gritó mientras lloraba.
--¡Puercos¡ habrán la puerta, prefieren morir por manos de los sucios humanos, que los degüellan dejándolos sangrar hasta morir, o entre mis afiladas fauces que no sentirán ni el mas mínimo dolor –Dijo el lobo y se paseó delante de la puerta esperando.
---Larga de aquí, no saldremos nunca, pronto vendrá el granjero y te llenara de agujeros con la escopeta ---chilló el hermano desde atrás de la puerta, recostado en ella como temiendo que la tranca no fuera suficiente.
El lobo se paró en dos patas y aulló como la vez anterior y aunque las maderas del viejo granero y los clavos oxidados se zarandearon, se mantuvieron en su lugar, el lobo aulló por segunda vez con el mismo resultado.
Los cerdos atemorizados se habían abrazado junto a la puerta mientras el lobo se alejaba, ambos miraron por una rendija que dejaban las maderas de la puerta y al no ver al lobo creyeron que estaban a salvo, pero de repente, vieron la bestia que volvía a acercarse, pero venia corriendo como cuando perseguía al cerdo, pero ahora sus ojos revelaban una intención macabra, su paso no se detenía, los cerdos miraban ensombrecidos, las garras apenas tocaban el suelo rustico y en un instante un poderoso salto y con ambas garras asestó un zarpazo sobre las puertas que las dejo hecha jirones. Corto la madera como si fueran de papel y lanzo a los cerdos sobre los montones de heno al fondo del granero. La rabia y la ira casi brotaban por los ojos de la bestia y los pelos en la alargada cabeza, erizados, parecían agujas a punto de ser disparadas.
El chillido de los cerdos se escucho más allá de los arboles de cedro, y del campo de flores de colores, incluso atravesó el pueblo y saco del sueño al tercer hermano de los cerdos que temblaban ateridos frente a las fauces babeantes del lobo. El tercer hermano, que en realidad era el primero y por consiguiente el mayor de los tres, vivía en una granja de cochinillos en las afueras del pueblo, era usado como verraco, pasaba durmiendo y comiendo la mayor parte del tiempo. Aquellos orgasmos lo mantenían muy somnoliento y hambriento.
Los dos cochinos se abrieron paso entre la paja y los sacos de trigo y empujaron la puerta del frente del granero dejándola abierta de par en par. El lobo venia tras ellos a punto de cazarlos, pero los cerdos no pararon nunca.
Iban chillando y gritando todo el camino con tal de llamar la atención, atravesaron la calle principal del pueblo, cruzaron frente a la iglesia y las viejecitas que salían de rezar se asombraron al ver la bestia que venia detrás y con mil reprensiones se echaron a un lado, los muchachos del colegio se pegaron de las rejas para ver el espectáculo y el viejo ciego limosnero, escuchando el alboroto se encomendó a todos los santos conocidos.
Los dos puercos doblaron una esquina y entraron dando vueltas al trastabillar con un escalón en la puerta de la granja de cochinillos, al mismo tiempo las dos grandes puertas de acero, se cerraron y el lobo se quedo afuera nueva vez.
La granja de cochinillos, era un gran mecanismo automático y cuando el día iniciaba, comenzaba a trabajar sin la intervención de usuarios humanos. Miles de hierros rechinaban al chocar unos con otros y las bandas transportadora se movían llevando carne de un lado a otro, colgadas de ganchos afilados. Al fondo en un corral permanecían todos los cerdos, salvaguardados. El Cerdo Mayor estaba asombrado de ver a sus hermanos como temblaban impresionados con toda la maquinaria:
--¿Que se les ha perdido? –Preguntó y sonrió. Hacia tiempo que no los veía, desde antes que el menor se hubiera escapado al bosque.
--¡El Lobo! –Dijeron a dúo y cayeron desfallecidos por el cansancio.
El cerdo trajo un cántaro con agua y ayudado por las demás cerdas, pues él era el único macho, lograron restablecer al par de cerdos que aun jadeaban de terror.
Mientras afuera el lobo merodeaba buscando la forma como entrar, sus aullidos llenaban toda la fabrica pero se perdían entre el bullicio de las maquinas trabajando y los camiones que entraban y salían del otro lado. Sobre el techo divisó una chimenea apagada y de un salto inmenso cayó justo en la orilla, se deslizó por el ducto de ventilación pero fue a para a una tapa de metal que cubría el inicio de la chimenea, porque estaba en desuso, de repente escucho un ruido sordo, algo golpeaba del otro lado, araño las metálicas paredes del angosto ducto tratando de volver a salir, pero fue imposible, el acero de las mismas era impenetrable.
El Cerdo mayor tiró de la trabilla que sostenía la portezuela que tapaba la chimenea en desuso, haciendo caer a la gran bestia en una caldera de agua hirviendo desollándole al instante entre miles de aullidos de dolor. Un gancho metálico se metió dentro de la caldera y sacó al lobo muerto ya, y colgando lo arrastró hasta la trituradora para ser convertido en una barra de embutidos…

miércoles, 9 de mayo de 2012

Pubertad

Tal vez es un canto,
quizá una danza,
es pena y mancha
honda y negra.

Como un sendero
de mil destinos,
como las noches de un jupiter,
con diez mil lunas

Un tortuoso camino
sin señales,
carente de mapas,
incierto, noctambulo.

Con obeliscos bajo interiores
y sangre sin heridas.
con pustulas como una mapa
y sentimientos empacados.

Patria.

Canta mariposa de tierra,
arma un collar de penas,
con esperanzas agujereadas,
entre las cuentas y canta.

Acuéstate en un sol largo,
largo, oscuro y malva,
hazte una caricia con las manos,
como las que se hacen las putas.

De esas caricias, acompasadas,
de las que hablan tus machos vulgares,
de esas que amarran cien almas
a un par de piernas compradas.

Acuéstate morena con todos,
y hazte una mujerzuela,
que quizás un día de esos
de esos que iniciación amarillos
de esos que acaban escarlata,
la indignación valla y se apiade
y toque las puertas
de esos perros,
de esos que te llaman patria.

Magia

Infieres célibe en mí,
concediéndote permisos,
proponiéndome pecados,
revoloteando en mi oídos.

Encarcelas los ojos,
entre manos sudadas,
y el pudor que se te cuela,
haciéndote mojar la falda.

Ahora un tiempo fiscalizador,
con aquel par de miradas,
disciernen el alma,
hostigan el corazón.

Los dientes destellando,
tras los labios indiscretos,
los pómulos enrojecen,
Cortan la respiración.

¡Si mi aliento te tocara,
Hasta el sexo te hace agua!

viernes, 4 de mayo de 2012

Es menos hierático y mas engorroso....

Bañarme en tus alas,
mojando de arena las caricias,
dando vueltas entre tus vértices,
aunando cada una de tus curvas.
intercalando entre las hebras de tu pelo,
los dedos sutiles de la fantasía,
es viajar entre las vetas de un framboyán,
montado en el pétalo de una rosa de Bayahibe.

Soslayar la sonrisa de tu boca,
para cruzar saltando hasta labios,
es como abismarse
a un mitin de un partido de oposición.

Anudar la sutileza del pudor,
de la modestia que cubre hasta tu respiro,
como escamas de un pez de plata,
incrustadas infinita e intrínsecamente cerca;
es intentar tamizar las dunas de cualquier Peravia.

Conducir una procesión de piropos
con destino a tus oídos fugaces,
es similar a guiar chivos
por las piedras de un árido San Juan.

Robar un beso de tu boca
parece una travesía al Santo Cerro,
o una peregrinación hasta el cuadro de una Basílica.
Solo que lo primero es menos hierático y mas engorroso...

martes, 1 de mayo de 2012

¿Bailamos?

Cadencias en el aire,
pasos que se pierden
trazados entre las tablas,
entre los dedos y las caderas.

Navegando entre acordes necios,
piruetas desangeladas,
y en el cielo de este lodo,
un cisne
un sapo
chillando, 
croando, 
chapoteando.

Los cocuyos 
en la vorágine infinita de recuerdos
de dogmas, 
de fronteras, 
de señales,
garatusas de una alzada.

Como embeleques 
el trasladarse de cuerpos,
y una noche no alcanza para tanto baile,
danzadlo bien,
solo resta quedar dormidos.

domingo, 29 de abril de 2012

Los Caminos...

¿Qué no es anómalo?
Los caminos son generalizaciones.
largos trechos de zigzagueantes pensamiento,
inhumaciones de suspiros fantasmagóricos,
sube y bajas de filosofías,
libros de boutique.

Los caminos son la vorágine de un túnel,
la tendencia mortuoria de una tarde,
una mirada causal.

Los caminos son sendas de alborotos,
son retorcidos cachivaches, esquinas, gavetas.

Los caminos son puertas de otros mundos,
estancias del don de errar,
adoquinados de guijarros, de pedernales, de olvidos
teñidos de sombras, de hojas y de otoños.

Los caminos son cautivos del rastrojal de piruetas

Los caminos son testigos, testaferros, calumnias.

Los caminos son apenas risas, a tientas gemidos.

sábado, 21 de abril de 2012

Cristal Templado

Durante el tours, los novatos habían escuchado a Lionel Romero señalarles cada lugar en H&D Juristas, desde que entraron por las grandes puertas de cristal reforzado, hasta que llegaron al quincuagésimo octavo piso de la gran torre que alberga los cientos de oficinas de los abogados que integraban el bufete. Lionel Romero era el vicepresidente administrativo, era un joven abogado, inteligente y despierto. A pesar de ser relativamente corto el tiempo que hacia que había egresado de la universidad, era realmente impresionante la forma como había escalado en aquella compañía, que era quizás una de las mas importante de la ciudad.
Al abrir las puertas del ascensor, los doce novatos fueron recibidos por una gran estancia, con una larga pared de cristal al fondo cubierta con blancas cortinas enrollables; iluminada toda por largas lámparas fluorescentes, que daban un tenue brillo violáceo y en el centro doce sillas blancas dispuestas en medialuna, con un pasillo en medio, frente a un gran sillón giratorio.
Agradecería que todos tomaran asiento Dijo Lionel, mientras él mismo se sentaba en el gran sillón negro. Luego de que todos obedecieron, continuó H&D Juristas es un bufete de abogados con mas de siete décadas de calidad y el mejor servicio del mercado y solo estamos interesados en personas que puedan lograr el mismo nivel. H&D está basados en tres solidas premisas, que nos han consolidado en el mercado, creadas por Don Jhon Heartfield fundador de esta compañía…Pasaron como diez segundos antes que con voz lacónica y dramática, Lionel agregara solidez, solidaridad y transparencia.
Lionel se giro sobre su asiento y sacando un control remoto de su elegante traje recto de tres botones, lo apunto a las ventas, haciendo enrollar todas las cortinas, dejando al descubierto un magnifico paisaje de los cientos de edificios que conformaban la gran ciudad.
Miren dijo, señalando la ciudad pero no miren la ciudad, observen algo más cerca, el cristal que los divide de ella, dos irrompibles hojas de cristal templado. Ahora imaginen que la ciudad es un gran campo de batalla y que ese cristal es un gran escudo que los mantiene a salvo, con la especialidad de que les permite observar sin ser lastimados.
De repente Lionel se puso de pie, se quito la chaqueta y la puso sobre el sillón que empujó a un lado. Recogió las mangas de su camisa azul cielo y caminando fue y se paro frente a las puertas del ascensor. Atravesó corriendo el pasillo que formaban los dos grupos de sillas que ocupaban los novato estrellándose contra la gran ventana de cristal. Los principiantes se quedaron fríos mirando las acciones de Lionel y casi padecen un infarto, al verlo chocar contra el cristal, pero respiraron profundos, riendo y aplaudiendo al ver que el cristal se había mostrado impertérrito, haciendo rebotar a Lionel Romero como a una pelota.
―¡Así son las premisas de esta empresa! ―alzando la voz, dijo el abogado siempre que las cumplan se mantendrán seguros aquí dentro.
Lionel siguió haciendo otras exposiciones sobre las modalidades de trabajo y explicando que tenían que hacer para ganar la reputación necesaria para ascender en el mundo del derecho. Respondió todas las preguntas que surgieron haciéndoles ganar confianza a los jóvenes y poniéndose de pie comenzó a saludarlos a todos individualmente. Cuando todos se dirigían al ascensor, uno de esos chicos divertidos y/o extrovertidos, que siempre aparecen en los grupos, quedándose atrás dijo:
Podría repetirlo.
¿Qué cosa, joven?Preguntó Lionel, aunque sospechaba de que se trataba.
El salto respondió.
Claro, lo he hecho cientos de veces ante grupos como ustedes y diciendo esto, volvió a quitarse la chaqueta y poniéndose en posición semi-incorporado, como los corredores olímpicos, salió casi disparado hacia la ventana y dando un salto choco contra el cristal y lo atravesó. Contrario a las ocasiones anteriores, esta vez el cristal cedió, rompiéndose en miles de pequeños granos de vidrio, que junto al grito aterrador de una de las noveles abogadas, acompañaron a Lionel hasta la acera durante al menos diez segundos.
Mientras caía, todos los que Lionel había amado pasaron frente a sus ojos como en una película, luego sintió que se desmayaba y al final oscuridad, silencio y vacío.

A Mis Evas...

A las abuelas que no recuerdan mis ojos,
A la madre que me espera y que desespero,
A la hermana inteligente,
A las tías que me hicieron engordar y por las que llore,
A las mismas que prepararon dos biberones para no verme llorar.
A las amigas,
A las mejores amigas,
A las Mariposas Azules,
A las Magnolias de Acero,
A las Jolie´s,
A las Mustias,
A las “Moi”,
A las supervisoras,
A las acosadas,
A las Patty,
A las locas,
A las que me enseñaron otros usos para ciertos libros,
A esas que me ilustraron en el arte de comer empanadas de pizza,
A las culturales y folklóricas,
A las luces de mi vida,
A las primas que amo,
A las damas que ame,
A las chicas que me han amado,
A las féminas que me gustan,
A las que les he gustado,
A las que me han gustado,
A las que escucho detrás de las bocinas del audífono,
A las bailarinas vecinas,
A las poetas,
A la madre de los detectives,
A las de mis superhéroes,
A todas y cada una de esas que hacen de mi vida,
un mar de felicidad.
Gracias, gracias por estar ahí,
cuando no hay presas para las lagrimas,
cuando las risas salen a borbotones,
cuando las palabras se astillan y se atrancan en la garganta,
cuando solo queda fuerza para un suspiro
y ellas lo dan por ti.

viernes, 20 de abril de 2012

Este maldito país...

       El avance de este país está sesgado por su propio fanatismo. En el baseball fanáticos, locos, capaces de matar por el equipo; en la religión fanáticos, locos, intolerantes hasta los tuétanos y en la política, fanáticos, locos, asqueantes bestias que no tenemos dos dedos de frente que con beber y drogarnos nos basta.
       Nuestros pensamientos están tan obnubilados por temas tan triviales que no permitimos el avance y el verdadero progreso, que no es algo con lo que tengan que ver el PLD, el PRD o PRSC, es algo que tienen que ver con cada dominicano. No importa si el diablo gobierna, si a la individualidad de la sociedad no le importa el estudio, la educación y avance; si a la individualidad solo le interesa si fulano tiene o no tiene, de donde consigue lo que tiene y como lo gasta; lamentablemente este país es un estado fallido mentalmente.
       Estamos corriendo sobre el mismo cauce que Haití, nuestro fanatismo social nos esta acaparando, convirtiéndonos en pollos, vacas u ovejas, simples animales de corral, consumidores pasivos de cualquier porquería que nos vendan.
       En este país, ninguna maldita universidad puede atribuirse un descubrimiento de relevancia mundial. Porque las universidades de aquí no son universidades, son centros de formación de cabrones y toros guapos. Que tras la mentira de ser entidades que representan "a la comunidad estudiantil" no son mas que políticos frustrados, sin formación ni respeto verdadero por la enseñanza, la educación, el conocimiento y el estudio.
        Despierta Rep. Dom., porque lamentablemente, tus acciones y tus fanáticos te están tragando...

jueves, 19 de abril de 2012

La Novia

Lo habían dispuesto todo para la boda. Doña Nora y Don Felipe, su papá, se encargaron de toda la bebida y la comida de la recepción. El Tío Carlos, hermano de Don Felipe, era el padrino, eso lo encargaba del bizcocho; y las tres hijas de este, que eran las damas de honor, habían decidido: la iglesia, los colores, las flores e incluso entregaron personalmente las invitaciones, que ellas misma habían escrito, a las personas que ellas mismas habían elegido. Doña Agatha, la madre del novio, donó su propio vestido; que con no pocos ajustes, usaría Sarah, la novia. Así, entre todos habían orquestado cada punto de toda aquella trama. Desde el día que presentaron a los muchachos, pasando por el día que organizaron el compromiso, hasta el esperado matrimonio.
Allí estaba Sarah, frente al espejo, ajustándose de manera casi mecánica cada parte del atuendo. Todo lo que tenia puesto era: las panty-medias blancas, el sostén con encajes, los aretes de la abuela y un elegante crucifijo de oro a juego; y apenas faltaban escasos treinta minutos para comenzar la ceremonia. Se miró en el espejo la cara, observando con fijación los ojos perfectamente delineados y la sombra bajo las pestañas, los labios rosados y los pómulos coloreados por el maquillaje. «Que buen trabajo había hecho el maquillista» pensaba para si, cuando la voz de su madre la sacó de sus cavilaciones y poniéndose el vestido, rápidamente bajo las escaleras.
―¡Estás preciosa!―Dijo doña Nora y la tomó del brazo.
―Espléndida ―Agrego don Felipe, y apuró a las damas para que abordaran el vehículo que aguardaba encendido afuera.
Durante el corto trayecto, doña Nora no dejaba de alabar al novio y a su familia. Sarah, que era su novia, no conocía tantos detalles como los que doña Nora había citado.
Para cuando llegaron, el cortejo había comenzado a pasar. Todo había salido sincrónicamente perfecto. Primero los pajes, luego el novio con su madre del brazo y entonces el padrino a mitad del pasillo esperaba a la novia.
La Iglesia estaba hermosamente dispuesta, llena de rosas blancas y cintas que terminaban en lazos uniendo cada banco, en una esquina el pastel íntegro, tan blanco como todas las decoraciones. Del lado derecho los invitados del novio y su familia; y del lado izquierdo los invitados de la novia y su familia.
A un lado un hombre, completamente vestido de negro, clavó la mirada sobre los ojos de Sarah. Ella lo vio al entrar. Estaba casi segura de que no había sido invitado, pero permanecía allí, con la mirada sobre Sarah, sin que nadie más le tomara en cuenta. Sarah continuó del brazo de su padre, este la entregó al padrino, quien la entregó al novio.
Siguiendo las órdenes del sacerdote se hincaron frente al altar y comenzó la ceremonia.
―Habéis venido aquí hermanos ―inició el padre diciendo ―para que Dios garantice con su sello vuestro amor, ante el pueblo de Dios aquí congregado y presidido por su ministro. Y es necesario que antes de continuar, reflexionemos un poco sobre una historia que habla de la grandeza del amor, que es lo más importante en esta ceremonia. Hace mucho tiempo vivió sobre la tierra la reina Esther…
Mientras oía al sacerdote, las palabras resonaban dentro de Sarah haciéndola entrar en un verdadero trance reflexivo. Recordó la vez que su padre le había contado aquella historia: una reina que se atrevió a entrar a palacio, a riesgo de morir por no haber sido invitada, para salvar al pueblo que amaba. «Esther tuvo que correr riesgos por aquello que más amaba» recordó que su padre le había dicho, cuando solo tenía siete años y jamás lo había olvidado.
Toda la vida de Sarah pasó frente a sus ojos y como en un extraño halo de iluminación se dio cuenta que nunca se había arriesgado por nada que amara. Entendió que estaba a punto de tomar la decisión más importante de su vida, que a decir verdad no estaba demasiado convencida o segura de aquello y para rematar el hombre que sí amaba estaba sentado en el ultimo banco, como si la vida estuviera dándole a elegir entre ser feliz para siempre o amargarse para siempre. Caviló, siendo sincera y franca consigo misma, toda su vida había estado planeada por su familia, sobre todo por su madre, que había elegido aquel colegio donde le llamaron fenómeno porque usaba lentes y frenos, la carrera de derecho que tanto odiaba y ahora su novio, al que consideraba un idiota, su compromiso, su boda, todo.
―¿Acaso es ella la que va a vivir?,¿Es ella la que va tener que acostarse con este hombre? ―pensó en voz alta.
―¿Decías algo querida…? ―comenzó a decir el padre, pero fue interrumpido por Sarah, que se puso en pie en medio del rito, mientra más de un centenar de ojos se posaron sobre ella. El padre hizo silencio extrañado. Ella los miro a todos uno por uno y finalmente a sus padres diciéndole:
―Lo siento, pero basta ya de este teatro ridículo, no quiero casarme con este estúpido, ni quiero hacer mas lo que ustedes han decidido, ahora me toca a mí tomar las riendas de mi vida.
Se arrancó el velo y se quito los zapatos de tacón. Se dirigió al último banco y halando hacia ella al hombre sentado allí, le beso con gran pasión dejando a todos atónitos y boquiabiertos. La Madre de Sarah estaba apunto de sufrir un colapso, pero en cambio su padre se había puesto de pie y aplaudiendo sonreía, aprobando las acciones de su hija.
Sarah y aquel hombre salieron juntos de la iglesia y ninguno de los que estaban allí volvió a saber de Sarah, ni siquiera sus padres.

miércoles, 18 de abril de 2012

Mi tonta, infranqueable e imprescindible prisión esférica, cristalina y demencial.

         Vivir condenado por el físico es una extraña condición. Cualquiera pensaría que la gallardía y la fiereza que muestran algunos rasgos y/o características de algunos sujetos es algo que mantendrá a la mayoría a raya. Pero parece que, para algunos, esos rasgos de salvaje masculinidad, representan nada más y nada menos que facciones adorables, deseables e incluso únicas y coleccionables.
         Cuando un aparato produce el aire que respiras y estas circunscrito a una circular frontera, que no se basta con enclaustrar tu existencia, sino que es transparente para prologar tu sufrimiento, entonces te enteras que tu desdicha tiene que ver directamente con un ser pequeño de mente, pero enorme de tamaño, como una especia de cíclope estúpido.
        Ser disfrutado como si fueras una pieza de museo, mientras cientos de caras con sus ojos profundos, marrón, negros, mieles, azules, verdes, grises te auscultan hasta los más mínimos defectos y sonríen con sus dientes dispares como tontos obnubilados con el brillo que produce sobre mi piel la ardiente luz de una bombilla eléctrica.
        Y mientras tu vida se disuelve en devaneos y análisis, viajar de un lado a otro se convierte en la mejor y única forma de recorrer las horas, que por alguna extraña razón solo se derraman indiferentemente sobre el espacio. Lo que mas duele de estar encerrado es el hecho de que haber vivido mucho tiempo en libertad, te hace sentir capaz de alcanzar hasta lo imposible y ese sentimiento crece en la intríngulis de tu ser y se forja allí, indeleblemente, la mancha del albedrío.
        De las pocas cosas fascinantes que este vidrioso mundo ofrece, el mas asombroso es cuando aquel otro sujeto aparece, del otro lado de cristal, tan encerrado como yo, tan azul como yo, tan esplendoroso como yo; se mueve como yo, respira como yo y siempre me mira. Su prisión es igual que la mía, con la misma disposición, el mismo equipo para el oxigeno, el mismo color de suelo y ni que decir de aquel par de ojos oscuros, profundos y aterradores justo como los míos. Es tanto el parecido con ese sujeto, que cuando aparece siento una mezcla intrínseca de miedo y rabia, me pongo a la defensiva, abro aun mas mis ojos y me planto delante de él, pero el muy sinvergüenza no hace mas que imitarme. Aquello es una cuestión tan increíble que el centinela, que celosamente me guarda, se queda horas allí, mirando como aquel extraño baile, que el muy estúpido sujeto provoca, se desarrolla sin variaciones, para luego llevarse al sujeto en no sé que artilugio paradójicamente plano, con una cara gris y otra brillante.
         Ser un Betta splendens, es toda una odisea. Mi tonta, infranqueable e imprescindible prisión esférica, cristalina y demencial esta llena de un líquido que en algún momento fue agua porque ahora ha tomado un tono turbio. Mientras en el lecho, de este mar pequeñísimo, se poso un polvo oscuro que cuando abro las aletas se sacude y me esconde como una cortina de negros encajes.

Escape Perfecto...

“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”.

                                                                                        Franz Grillparzer


          Miraba el techo como buscando algo en la infinita blancura, atravesando con la imaginación las densas planchas de metal casi mirando las estrellas. «A cualquiera podían enclaustrar y detener pero no a él. Nueve veces he escapado de prisión y una vez más no es imposible: soy un experto» pensaba para si día y noche. Imaginaba las más difíciles barreras y medidas de seguridad, las estudiaba y al final juntaba tantas fallas minúsculas que podía formar un gran agujero en la seguridad y salir de aquel presidio con un mínimo de riesgo y dificultad.
  Había sido detenido en ocho ocasiones por tráfico ilegal de armas y drogas y en dos ocasiones por homicidio culposo; la última vez había sido detenido tratando de transportar casi cien kilos de cocaína en las ruedas de un camión. Sabía que contaba con una poderosa arma: su mente, la que no le podían arrebatar. Era una máquina de articular planes de toda índole. Aficionado a los libros de Conan Doyle y de Agatha Christie, contó siempre con una gran dotación de ellos por doquier se encontrara, desde sus apartamentos en las esplendorosas ciudades hasta una cueva, que alguna vez se vio obligado a utilizar como refugio mientras se escondía de la justicia.
  Los trazos finales del plan estaban dados, solo era cuestión de empujar la primera pieza de aquel gran juego y desencadenar un efecto dominó que, como dice la canción, lo dejaría fuera de aquella tumba de hombres vivos antes de lo previsto.
  Por las circunstancias en las que Jasón había sido condenado, un juez lo había declarado reo con riesgo de escape. Sus amigos, su abogada y su familia, necesitaban una orden judicial para poder visitarlo; debían ser recibidas tras un cristal y se comunicaban con el por medio de un teléfono intervenido, no tenia acceso al patio de la prisión, se duchaba solo y los únicos con los que podía conversar eran cinco reos que se encontraban en condiciones similares.
  Todo el engranaje que había formulado inició con la visita de su abogada, una delgada y alta mujer de pelo rubio con expresión circunspecta, daba la sensación de que era capaz de convencer a cualquier juez de la inocencia del asesino de su propia familia, aun cuando lo hubiese visto matarla. Aunque cuando llego al recinto todos se acercaron a los paneles de vidrio blindado, de las blancas puertas que los dividían del pasillo, a mirar, nadie se atrevió a decir ninguna grosería como acostumbraban y se mantuvieron pegados allí hasta ver adónde se dirigía, para luego volver a su acostumbrada nada.
  -¿Cómo va todo Jasón? -preguntó, la joven abogada, tratando de esbozar un profesional sonrisa, cuando hubo descolgado el teléfono y sentado en la pequeña silla negra.
  -¿Cómo cree? - Respondió groseramente con otra pregunta -esperando que usted haga su trabajo y me saque de esta pocilga.
  -Sabes que tu caso es complejo, Jasón, y necesitamos tiempo. Por ahora estamos trabajando en que por lo menos te transfieran a una prisión de mínima seguridad donde quizás estés más cómodo -dijo, tratando de refrenarse, siempre considero que el solo era un idiota, malcriado y egocéntrico. Si no fuera por el prestigio, que de ganar un caso como ese pudiera conseguir, hace tiempo que lo hubiese declinado, realmente no soportaba las insolencias de Jasón.
  -Tome todo el que necesite, al final tiempo es lo que me sobra. ¿Podría hacerme un favor? -le preguntó y forzó una sonrisa
  -Claro, el que quieras - feliz de que cambiaran de tema.
  -Necesito que le envíe un libro a un amigo, está de cumpleaños esta semana, también se encuentra recluido aquí, pero por favor le voy a solicitar que lo envíe de forma discreta, no quiero que nadie vaya a pensar lo equivocado. Él debe sentirse solo, no tiene familiares o amigos que vengan a verle, quizás eso le reconforte. -dijo y esperó por un extraño largo rato la respuesta.
  -Quieres alguno en especial - preguntó tratando de mostrarse tan amable como podía. Se sintió extrañada con tan singular petición, para venir de un delincuente como Jasón.
  -Si, Las Disertaciones Estéticas De Vischer, es un poco difícil de conseguir, pero en Carnation Boulevard hay una pequeña tienda de libros y estoy seguro que podrá conseguirlo allí.
  - Si se donde es, acostumbro a ir allí a comprar libros. No pensé que usted fuera capaz de leer libros de esa categoría.
  -Le impresionaría saber todas las cosas de que soy capaz.
  -Prometo hacerlo llegar en uno días.


  Todo resulto según lo fraguado, a los dos días escucho las alarmas de las puertas al abrirse desde la litera y vio como el guardia entregaba el libro al reo de en frente.
  - ¡Que diablos es esto! -le grito Jammal al guardia.
  -No me preguntes, llego para ti. No sabia que podías leer - agrego mientras se reía y otra vez se escucharon las tres alarmas de las tres puertas, que los dividían de los demás reos, mientras se cerraban.
  -¡Alguna dama impresionada por la caballerosidad de Jammal le envió un regalo! -grito Víctor el reo que le quedaba a la derecha, y las carcajadas de los demás resonaron entre las paredes de las fortificadas celdas.
  -No se quien pudo haber enviado esta estupidez, que no habían algunas Playboys cerca. -dijo Jammal, contrariado por el extraño regalo.
  Jasón esperó unos días y luego solicitó prestado el libro a Jammal quien lo entrego casi agradecido, como al que le quita un peso de encima, hicieron al guardia de turno venir para pasarlo de una celda a otra y Jasón aprovecho y contó mentalmente los quince segundos que duraba el vigía entre abrir una puerta y otra, lo que le daba 45 segundos sin nadie que vigilara en la estación de cámaras.
  Precisó quien hacia la guardia las 3 horas que duraba cada vigilia, y supo cual de todos era el más despistado. En algún momento descubrió que el área que ocupaba el retrete no era visible para la cámara. Golpeando el techo dedujo que estaba hecho de una fuerte aleación de acero pero que era hueco, lo que indicaba un espacio para el sistema de ventilación. Recordó que cuando lo traían había visto sobre el edificio unas persianas altas lo que confirmaba su hipótesis sobre el sistema de ventilación. 
  Quito el pergamino sobre el lomo del libro y saco de este una cierra de metal, que al estar envuelta en el libro, evito que sonara ante el detector de metales. La tienda a la que envió a la abogada quedaba a pocos metros de un departamento en el que vivió y tiempo antes de ser detenido había dejado el libro a propósito en uno de los estantes, sabiendo que una cierra para metales siempre es útil a la hora de escapar. 
  Con dentífrico y jabón formo una pasta que le serviría como lubricante y enfriador para serrar mas fácil y sin riesgos de que se rompiera la hoja de segueta mientras cortaba el metálico techo. Al principio las cosas no fueron demasiado bien, no lograba amortiguar el ruido que producía la cierra al rozar con el metal y además el techo se mostraba impenetrable. Pero una idea le surgió cuando escucho uno de los muchachos entonar las curiosas letras de un rap, y estimulo a los demás a una intensa batalla de tiradera provocando el ruido y el alboroto ideal para amortiguar el sonido de la sierra. Luego de un tiempo y mucho esfuerzo, comenzó a notar las metálicas virutas caer sobre el retrete y eso lo impulso a continuar, cuando logro agujerear por fin el techo sintió una ráfaga de aire que salía por la fina ranura y fue como si le hubiesen administrado una fuerte dosis de adrenalina, continuo día tras día en su rigurosa labor. Era tanto el tiempo que pasaba que los vigías comenzaron a notar su ausencia en el rango de visión de la cámara, situación que lo llevo a detener por algunos días su labor para evitar sospechas.
  Lo que llego a parecer una odisea había terminado por fin, la esquina justo detrás de la cámara de aquella celda de 2 X 3 m., cedió y dejo al descubierto un enorme agujero por donde cabía perfectamente. No podía esperar a navegar aquellos túneles de ventilación que le llevarían a la libertad. Había que continuar con el plan al pie de la letra, espero la media noche más o menos cuando comenzaban las vigilias, cada 3 horas el guardia iba y daba la vuelta, por reducción de personal el mismo guardia que vigilaba las cámara tenia que hacer la ronda de vigilancia nocturna, espero oír la primera alarma y salto de prisa de la litera al retrete, quito la esquina que había mantenido supuesta, y accedió a lo que creía era un túnel, descubrió que no era un túnel sino todo un gran espacio vacío que fungía como almacén de la prisión y área de ventilación, vio allí muchas provisiones, sintió que no caminaba sobre el frio metal sino mas bien sobre un acolchado material que servía de aislante. Mientras contaba mentalmente los segundo, continuó inspeccionando todos los rincones de aquel infinito salón techado a dos aguas y con sendas persianas en los laterales mas alejados.
  -22… 23… 24… -contaba para si.
  Corrió descalzo hasta las persianas y observo el estacionamiento, vio gente que entraba y salía, patrullas con sus estridentes sirenas y policías que las abordaban.
  -38… 39… 40… -corrió hasta el agujero y salió justo para escuchar la ultima alarma de la puerta y ver al guardia asomarse al cristal de la puerta de la celda de enfrente, se asomo a la de él y continuó hacia las demás.
  Durante toda la noche pensó que necesitaba algo que le diera mayor tiempo, para poder escapar, y como un extraño golpe de suerte, en la mañana le enviaron por error dos nuevos uniformes desde la lavandería, entonces se dio cuenta de que esa era la salida al inconveniente. Comenzó a sacar el material aislante del techo y relleno el uniforme amarrando las mangas y las perneras y formo un monigote, durante unas de las vigilias lo coloco debajo de la cama y esperó.
  Pasados tres días, se reportó enfermo, una noche antes había subido al almacén e ingerido una fuerte dosis de un laxante que encontró allí, fue entonces llevado a la enfermería y llamaron a su abogada, le pusieron algunas inyecciones con las que se sintió mejor, su abogada, estuvo hablando con el sobre si sospechaba algún intento de asesinato pero él no le confirmó nada.
  Cuando hubo terminado de hablar con la abogada y esta se marchó, atento a las alarmas saco el monigote de debajo de la cama y lo arropo con una de las sabanas, subió por el retrete tomo la segueta, corrió hasta las persianas, corto las mismas, cortos varios trozos de otra de las sabanas y atándolos fuertemente se deslizo hasta el suelo, fue tan rápido que se quemó las palmas de las manos corrió por el estacionamiento y entro en la parte trasera de un auto.
  La hermosa abogada aun continuaba dentro de la prisión, salió con paso decidido y un poco molesta por haber tenido que ir hasta aquel lugar de noche, abordo su carro, cerro con un portazo y con un fuerte suspiro se dispuso a encender el vehículo. Cuando ya tenia algunos kilometro recorridos sintió una mano que la sujetaba por el cabello y un objeto cortante que le oprimía ligeramente la garganta.
  -No haga ninguna locura, solo continúe manejando y haga lo que yo le diga -la voz le resulto familiar, pero imposible a la vez.
  -¡Jasón!, ¿Que diablos estas haciendo?, ¿estas loco? -dijo y apretó el volante
  -Cállese y conduzca, no quiero cortar su fina garganta. -contesto susurrándole en el oído
  -No vas a lograr nada con esto.
  -Solo cállese y siga manejando, usted no sabe nada. -dijo, apretando los dientes.


  Para cuando los vigías se percataron de su ausencia, Jasón ya había atravesado la frontera.

Vivir en el tercer mundo...


Vivir en el tercer mundo es toda una pirueta,
aquí nadie es escueto,
todos los discursos son una parafernalia ridícula,
una infinita vorágaine de verdades formales.

Soñar en el tercer mundo es:
como mudarse a la habitación de Gregor Samsa
como querer conversar con La Liebre de Marzo
como jugar con Nagini a las muñecas

Pensar en el tercer mundo es:
tirar el banquillo del cadalso
mientras el lazo reposa en el propio cuello

Morir en el tercer mundo es:
casi nacer primero,
como casarse en el segundo,
Salvarse en el tercero...

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