miércoles, 18 de abril de 2012

Escape Perfecto...

“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”.

                                                                                        Franz Grillparzer


          Miraba el techo como buscando algo en la infinita blancura, atravesando con la imaginación las densas planchas de metal casi mirando las estrellas. «A cualquiera podían enclaustrar y detener pero no a él. Nueve veces he escapado de prisión y una vez más no es imposible: soy un experto» pensaba para si día y noche. Imaginaba las más difíciles barreras y medidas de seguridad, las estudiaba y al final juntaba tantas fallas minúsculas que podía formar un gran agujero en la seguridad y salir de aquel presidio con un mínimo de riesgo y dificultad.
  Había sido detenido en ocho ocasiones por tráfico ilegal de armas y drogas y en dos ocasiones por homicidio culposo; la última vez había sido detenido tratando de transportar casi cien kilos de cocaína en las ruedas de un camión. Sabía que contaba con una poderosa arma: su mente, la que no le podían arrebatar. Era una máquina de articular planes de toda índole. Aficionado a los libros de Conan Doyle y de Agatha Christie, contó siempre con una gran dotación de ellos por doquier se encontrara, desde sus apartamentos en las esplendorosas ciudades hasta una cueva, que alguna vez se vio obligado a utilizar como refugio mientras se escondía de la justicia.
  Los trazos finales del plan estaban dados, solo era cuestión de empujar la primera pieza de aquel gran juego y desencadenar un efecto dominó que, como dice la canción, lo dejaría fuera de aquella tumba de hombres vivos antes de lo previsto.
  Por las circunstancias en las que Jasón había sido condenado, un juez lo había declarado reo con riesgo de escape. Sus amigos, su abogada y su familia, necesitaban una orden judicial para poder visitarlo; debían ser recibidas tras un cristal y se comunicaban con el por medio de un teléfono intervenido, no tenia acceso al patio de la prisión, se duchaba solo y los únicos con los que podía conversar eran cinco reos que se encontraban en condiciones similares.
  Todo el engranaje que había formulado inició con la visita de su abogada, una delgada y alta mujer de pelo rubio con expresión circunspecta, daba la sensación de que era capaz de convencer a cualquier juez de la inocencia del asesino de su propia familia, aun cuando lo hubiese visto matarla. Aunque cuando llego al recinto todos se acercaron a los paneles de vidrio blindado, de las blancas puertas que los dividían del pasillo, a mirar, nadie se atrevió a decir ninguna grosería como acostumbraban y se mantuvieron pegados allí hasta ver adónde se dirigía, para luego volver a su acostumbrada nada.
  -¿Cómo va todo Jasón? -preguntó, la joven abogada, tratando de esbozar un profesional sonrisa, cuando hubo descolgado el teléfono y sentado en la pequeña silla negra.
  -¿Cómo cree? - Respondió groseramente con otra pregunta -esperando que usted haga su trabajo y me saque de esta pocilga.
  -Sabes que tu caso es complejo, Jasón, y necesitamos tiempo. Por ahora estamos trabajando en que por lo menos te transfieran a una prisión de mínima seguridad donde quizás estés más cómodo -dijo, tratando de refrenarse, siempre considero que el solo era un idiota, malcriado y egocéntrico. Si no fuera por el prestigio, que de ganar un caso como ese pudiera conseguir, hace tiempo que lo hubiese declinado, realmente no soportaba las insolencias de Jasón.
  -Tome todo el que necesite, al final tiempo es lo que me sobra. ¿Podría hacerme un favor? -le preguntó y forzó una sonrisa
  -Claro, el que quieras - feliz de que cambiaran de tema.
  -Necesito que le envíe un libro a un amigo, está de cumpleaños esta semana, también se encuentra recluido aquí, pero por favor le voy a solicitar que lo envíe de forma discreta, no quiero que nadie vaya a pensar lo equivocado. Él debe sentirse solo, no tiene familiares o amigos que vengan a verle, quizás eso le reconforte. -dijo y esperó por un extraño largo rato la respuesta.
  -Quieres alguno en especial - preguntó tratando de mostrarse tan amable como podía. Se sintió extrañada con tan singular petición, para venir de un delincuente como Jasón.
  -Si, Las Disertaciones Estéticas De Vischer, es un poco difícil de conseguir, pero en Carnation Boulevard hay una pequeña tienda de libros y estoy seguro que podrá conseguirlo allí.
  - Si se donde es, acostumbro a ir allí a comprar libros. No pensé que usted fuera capaz de leer libros de esa categoría.
  -Le impresionaría saber todas las cosas de que soy capaz.
  -Prometo hacerlo llegar en uno días.


  Todo resulto según lo fraguado, a los dos días escucho las alarmas de las puertas al abrirse desde la litera y vio como el guardia entregaba el libro al reo de en frente.
  - ¡Que diablos es esto! -le grito Jammal al guardia.
  -No me preguntes, llego para ti. No sabia que podías leer - agrego mientras se reía y otra vez se escucharon las tres alarmas de las tres puertas, que los dividían de los demás reos, mientras se cerraban.
  -¡Alguna dama impresionada por la caballerosidad de Jammal le envió un regalo! -grito Víctor el reo que le quedaba a la derecha, y las carcajadas de los demás resonaron entre las paredes de las fortificadas celdas.
  -No se quien pudo haber enviado esta estupidez, que no habían algunas Playboys cerca. -dijo Jammal, contrariado por el extraño regalo.
  Jasón esperó unos días y luego solicitó prestado el libro a Jammal quien lo entrego casi agradecido, como al que le quita un peso de encima, hicieron al guardia de turno venir para pasarlo de una celda a otra y Jasón aprovecho y contó mentalmente los quince segundos que duraba el vigía entre abrir una puerta y otra, lo que le daba 45 segundos sin nadie que vigilara en la estación de cámaras.
  Precisó quien hacia la guardia las 3 horas que duraba cada vigilia, y supo cual de todos era el más despistado. En algún momento descubrió que el área que ocupaba el retrete no era visible para la cámara. Golpeando el techo dedujo que estaba hecho de una fuerte aleación de acero pero que era hueco, lo que indicaba un espacio para el sistema de ventilación. Recordó que cuando lo traían había visto sobre el edificio unas persianas altas lo que confirmaba su hipótesis sobre el sistema de ventilación. 
  Quito el pergamino sobre el lomo del libro y saco de este una cierra de metal, que al estar envuelta en el libro, evito que sonara ante el detector de metales. La tienda a la que envió a la abogada quedaba a pocos metros de un departamento en el que vivió y tiempo antes de ser detenido había dejado el libro a propósito en uno de los estantes, sabiendo que una cierra para metales siempre es útil a la hora de escapar. 
  Con dentífrico y jabón formo una pasta que le serviría como lubricante y enfriador para serrar mas fácil y sin riesgos de que se rompiera la hoja de segueta mientras cortaba el metálico techo. Al principio las cosas no fueron demasiado bien, no lograba amortiguar el ruido que producía la cierra al rozar con el metal y además el techo se mostraba impenetrable. Pero una idea le surgió cuando escucho uno de los muchachos entonar las curiosas letras de un rap, y estimulo a los demás a una intensa batalla de tiradera provocando el ruido y el alboroto ideal para amortiguar el sonido de la sierra. Luego de un tiempo y mucho esfuerzo, comenzó a notar las metálicas virutas caer sobre el retrete y eso lo impulso a continuar, cuando logro agujerear por fin el techo sintió una ráfaga de aire que salía por la fina ranura y fue como si le hubiesen administrado una fuerte dosis de adrenalina, continuo día tras día en su rigurosa labor. Era tanto el tiempo que pasaba que los vigías comenzaron a notar su ausencia en el rango de visión de la cámara, situación que lo llevo a detener por algunos días su labor para evitar sospechas.
  Lo que llego a parecer una odisea había terminado por fin, la esquina justo detrás de la cámara de aquella celda de 2 X 3 m., cedió y dejo al descubierto un enorme agujero por donde cabía perfectamente. No podía esperar a navegar aquellos túneles de ventilación que le llevarían a la libertad. Había que continuar con el plan al pie de la letra, espero la media noche más o menos cuando comenzaban las vigilias, cada 3 horas el guardia iba y daba la vuelta, por reducción de personal el mismo guardia que vigilaba las cámara tenia que hacer la ronda de vigilancia nocturna, espero oír la primera alarma y salto de prisa de la litera al retrete, quito la esquina que había mantenido supuesta, y accedió a lo que creía era un túnel, descubrió que no era un túnel sino todo un gran espacio vacío que fungía como almacén de la prisión y área de ventilación, vio allí muchas provisiones, sintió que no caminaba sobre el frio metal sino mas bien sobre un acolchado material que servía de aislante. Mientras contaba mentalmente los segundo, continuó inspeccionando todos los rincones de aquel infinito salón techado a dos aguas y con sendas persianas en los laterales mas alejados.
  -22… 23… 24… -contaba para si.
  Corrió descalzo hasta las persianas y observo el estacionamiento, vio gente que entraba y salía, patrullas con sus estridentes sirenas y policías que las abordaban.
  -38… 39… 40… -corrió hasta el agujero y salió justo para escuchar la ultima alarma de la puerta y ver al guardia asomarse al cristal de la puerta de la celda de enfrente, se asomo a la de él y continuó hacia las demás.
  Durante toda la noche pensó que necesitaba algo que le diera mayor tiempo, para poder escapar, y como un extraño golpe de suerte, en la mañana le enviaron por error dos nuevos uniformes desde la lavandería, entonces se dio cuenta de que esa era la salida al inconveniente. Comenzó a sacar el material aislante del techo y relleno el uniforme amarrando las mangas y las perneras y formo un monigote, durante unas de las vigilias lo coloco debajo de la cama y esperó.
  Pasados tres días, se reportó enfermo, una noche antes había subido al almacén e ingerido una fuerte dosis de un laxante que encontró allí, fue entonces llevado a la enfermería y llamaron a su abogada, le pusieron algunas inyecciones con las que se sintió mejor, su abogada, estuvo hablando con el sobre si sospechaba algún intento de asesinato pero él no le confirmó nada.
  Cuando hubo terminado de hablar con la abogada y esta se marchó, atento a las alarmas saco el monigote de debajo de la cama y lo arropo con una de las sabanas, subió por el retrete tomo la segueta, corrió hasta las persianas, corto las mismas, cortos varios trozos de otra de las sabanas y atándolos fuertemente se deslizo hasta el suelo, fue tan rápido que se quemó las palmas de las manos corrió por el estacionamiento y entro en la parte trasera de un auto.
  La hermosa abogada aun continuaba dentro de la prisión, salió con paso decidido y un poco molesta por haber tenido que ir hasta aquel lugar de noche, abordo su carro, cerro con un portazo y con un fuerte suspiro se dispuso a encender el vehículo. Cuando ya tenia algunos kilometro recorridos sintió una mano que la sujetaba por el cabello y un objeto cortante que le oprimía ligeramente la garganta.
  -No haga ninguna locura, solo continúe manejando y haga lo que yo le diga -la voz le resulto familiar, pero imposible a la vez.
  -¡Jasón!, ¿Que diablos estas haciendo?, ¿estas loco? -dijo y apretó el volante
  -Cállese y conduzca, no quiero cortar su fina garganta. -contesto susurrándole en el oído
  -No vas a lograr nada con esto.
  -Solo cállese y siga manejando, usted no sabe nada. -dijo, apretando los dientes.


  Para cuando los vigías se percataron de su ausencia, Jasón ya había atravesado la frontera.

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