viernes, 9 de julio de 2010

Rabia


El maremágnum,
que se agolpa en la garganta
y la presión del pecho que ahoga.

La vorágine de lagrimas,
en la comisura del ojo
y la rojez de las córneas.

La voz insolente,
invoca recuerdos de hiel,
en el oído; incesante.

La salvaje fuerza,
transita cada fibra del cuerpo,
capaz de destruir la luna.

Las maquinales maldiciones,
contra todo, contra todos,

Y el crujir de dientes,
el vestigio inherente,
de un predecesor bestial.

Ángel sordo de la Muerte,
oyes los ruegos incesantes
pero sigues sentado,
ocupado,
obviando,
como si acaso, todos los días,
le invitaran a pasar.

Y tras el vendaval,
la serenidad,
con lagrimas,
que se secan en las mejillas.

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