miércoles, 18 de mayo de 2011

Sorpresa Fatal

El día era uno de esos agobiantes y agotadores hasta el desquicio, con un sempiterno sol tibio y una fina y molesta llovizna que crecía a momentos, convertían la ciudad en un verdadero horno. El sudor en su cara, medio mezclo el lápiz de ojos y el rubor de las mejillas. La cotidiana rutina estaba haciendo su mejor esfuerzo. Ya se había peleado con los lapiceros que fallaban, con las hojas que salían volando fuera de su escritorio, y con la maquina impresora, que a juicio suyo era un caprichoso y malcriado armatoste del demonio. Renée estaba cansada y todo estaba resultando más difícil que de costumbre.
Era su cumpleaños. También ella lo había olvidado. Y aborrecía los cumpleaños todo porque que durante su decimoquinto cumpleaños, ese que todas las adolescentes quieren celebrar, suntuosos, pomposos y lleno de amistades, no fue la excepción, pero la fiesta termino en tragedia. Mientras bajaba al salón, se enredo su vestido con sus hermosas zapatillas, cayó y rodó por las escaleras. Sufrió una contusión fuerte en el pecho, hubo que operarla a corazón abierto durante ocho largas horas. Con el golpe sus costillas prácticamente aplastaron su corazón por un momento. Con el paso del tiempo pudo recuperarse, pero, debía tomar decenas de pastillas a diario. Su medico sugirió una vida tranquila y sosegada, pero a veces la vida no esta para sugerencias medicas. Su vida se tornó agitada, y congestionada de citas, reuniones, deudas y una que otra relación fallida. Llego al punto de dejar la medicación, siempre la olvidaba.
Aquel día todo era fatal. El sistema informático había colapsado, eso lleno de técnicos la oficina, todo el mundo llego retrasado por la lluvia, cuando se logró restablecer el sistema se habían perdido mucho datos, tuvo que rehacer informes que ya tenia terminados mientras su jefe gritaba ordenes desde su oficina.
—¡Que día! —dijo Laura su compañera, durante el almuerzo.
—Estoy muy estresada —comento Renée, hasta hablar le costaba ya.
Sentía la adrenalina correr por el torrente sanguíneo, se sintió sofocada, le costaba respirar, trató de tranquilizarse contando hasta cien, comenzó a sentir un ligero alivio, pero al volver al tedio de la oficina, el alivio desapareció junto con un informa que no lograba encontrara.
La presión aumento durante todo el día, hasta la hora de salida. Caminó hasta la calle, la lluvia no cesaba, tomó un taxi, subió a el y se acomodó. Su agenda electrónica le recordó que aun tenía una cita mas, llamó para cancelar. El coche viajó, salpicando el agua del pavimento en las aceras de la ciudad y lo que antes era una fina lloviznan terminó por convertirse en un fuerte aguacero. El conductor siguió las órdenes de Renée dando vueltas en una que otra esquina. Estacionó justo donde Renée le indicó.
Bajó del auto, pagó y despidió el taxista mientra abría el paraguas, casi saltó del pavimento a la acera —el contén era un caudal de agua— camino con paso decidido hacia la puerta de entrada, solo quería llegar, sentía morir de cansancio y estrés.
Introdujo la llave en la cerradura de la puerta, pero la descubrió abierta, entonces se percato que la de en frente, por donde había pasado hace un momento, también estaba abierta. Hasta cierto punto no le sorprendía, Martha la chica del servicio era muy descuidada, solo seguía trabajando con ella porque era honesta:
—¿Dónde tendrá Martha la cabeza? —dijo para sí.
Giró el picaporte, abrió la puerta y sintió un olor suave y dulce a vainilla. Le extraño que estuviesen todas las luces apagadas, pues, aunque era temprano, el nublado cielo mantenía la tarde oscura. A tientas buscó el interruptor, mas al encender la luz…
—¡Felicidades…!— gritaron una decena de voces, que sostenían un pastel en las manos. Una sonrisa sempiterna se dibujo en el rostro de Renée y una lágrima bajó por sus mejillas hasta la comisura de sus labios, en eses preciso momento, un ruidoso relámpago, iluminó el cielo y su frágil corazón, latió por ultima vez… Renée se desplomo sobre el suelo, fría y sonriente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dí lo que quieras.

Seguidores